domingo, 19 de febrero de 2012

MIROTIC DEJA AL BANCA CÍVICA SIN FINAL


Barcelona, 18 Feb. 2012.- Así sabe mejor. El Real Madrid completó un encuentro sensacional en ataque, rompiendo, con 14, el récord histórico de triples en la Copa y tumbando a un bravo pero inconstante Banca Cívica para alcanzar la final. 


Con un Llull pletórico, los madridistas pusieron la directa desde muy pronto (30-14, min.11), pero Plaza planteó trampas defensivas al conjunto de la capital y en el segundo cuarto el choque cambió de signo (40-41, m.18), para acabar en un puño al descanso: 46-44.


A partir de ahí, la locura. Nikola Mirotic, poseído desde la línea del 6,75, rompió el encuentro a base de canastas de tres puntos y, con un 13-0 de parcial, los madridistas parecieron sentenciar, llegando a tomar una renta de 23. Sin embargo, el orgullo sevillano propició un 4-19 como respuesta y el Banca Cívica llegó vivo a la recta final del partido (83-76, m.37). Demasiado tarde como para hacer temblar a un equipo que tiene en su mano cambiar su historia reciente contra el mayor de sus verdugos.


Llull marca el compás


En el medievo, los cristianos consideraban al “3” un número perfecto. Movimiento continuo, la perfección de lo que tiene fin. En Sant Jordi, nada hacía presagiar que el dichoso numerito cobrase tanta importancia en el arranque del partido. Al fin y al cabo, era el 1º periodo del 2º partido del día y 6º del torneo. 









Sin embargo, tras las dos canastas iniciales de Singler, el encuentro entró en un círculo vicioso imposible de controlar, siempre con el 3 como actor principal. Urtasun probó con acierto el triple y Llull replicó al segundo desde el 6,75. A continuación, Begic osó desafiar la influencia de ese guarismo pero Guille Rubio continuó la racha pronto con un 2+1 para acercar a su Banca Cívica (9-6, m.3).


De tres en tres y sumo porque me toca. Triple de Mirotic, triple de Tepic, respuesta exterior de Singler, 2+1 de Triguero, y otro enceste de tres puntos del propio Singler. La cadena del tres. Curiosidades a un lado. Curiosidades a un lado, el encuentro tenía un dominador claro, vestía de blanco y su nombre es grito de guerra en su parroquia.


Llull por momentos y como ya pasó en Sevilla (11 asistencias), volaba sobre la pista. Y lo hacía sin necesidad de saltar, tan solo corriendo, sabiendo qué hacer en cada momento, penetrando y doblando el balón o finalizando para impotencia del cuadro hispalense. Un 2+1, como no, con su sello, ponía al Real Madrid por encima de los diez de ventaja (23-12, m.8) y el esprint final de Carroll puso la guinda al festival ofensivo blanco para alejar a su equipo hasta la frontera de los 13: 27-14. ¿Bandeja de plata para la final?




El plan de Joan Plaza


Joan Plaza tenía un plan. Se intuía, se olía, se respiraba desde la previa, desde el mismísimo momento en el que el Real Madrid se paseó en Sevilla, ganando por 35 puntos en una exhibición insultante. Todo lo imaginado sobre la estrategia oculta del Banca Cívica parecía quedar en evidencia ante el arranque de los de la capital, que se abrazaban a su máxima renta (30-14) tras otro triple de un Llull que sumaba 17 de valoración en solo 11 minutos de juego.









El encuentro empezaba a adquirir tintes parecidos al visto solamente 6 días antes, pero Plaza, ya se dijo, tenía un plan. Dispuesto a morir con su planteamiento y con la fe de que, más temprano que tarde, la reacción llegaría, tocando más la defensa que el ataque. Urtasun abría la veda y entre English y Calloway, siempre con triples, culminaban un 0-8 de parcial para reducir la desventaja sevillana hasta los 8 puntos: 30-22.


El Real Madrid ni se inmutó y volvió pronto a los 13 de ventaja, aunque los de Plaza, puro descaro en su ataque, seguían obsesionados por el número perfecto del medievo y apretaron mucho el partido con otro 0-8 redondeado con dos nuevas canastas de tres puntos. Pese a que el conjunto blanco no era precisamente manco desde el 6,75 (¡7 de 10 al descanso!) y Singler tenía afinado el punto de mira, el Banca Cívica fue poco a poco limando la losa que antes tanto le pesaba.


Perjuraba Plaza, antes del encuentro, que había aprendido de las trampas defensivas planteadas por el Mad-Croc Fuenlabrada de Porfirio Fisac y, apostando por una zona, darle la vuelta del todo al encuentro no era una quimera. Con 6 puntos seguidos de Bogdanovic –un triple y tres tiros libres, por aquello de seguir el mandamiento-, su equipo le pisaba por fin los talones al Real Madrid y, tras dos tiros libres de Paul Davis y después de un parcial de 10-27, la remontada era un hecho: 40-41 (min.18). Los de Laso imprimieron velocidad a su juego en los compases finales de cuarto para recuperar el dominio al descanso (46-44), pero el plan de plaza y el segundo cuarto de los hombres de fucsia, el mejor en ataque visto jamás en una Copa -30 puntos-, le dieron emoción a un partido que parecía roto solo 9 minutos antes.


La fiesta de Mirotic


El Real Madrid había sacado mucho de su serie de cuartos. Ganó, sí, lo único que vale para seguir vivo en un torneo así, pero aprendió algo muy importante para seguir haciéndolo: a sufrir. A sudar, a notar la presión de un rival que jamás se descuelga y nunca saca la bandera blanca. La lógica dictaba que las semis no serían excepción. Lejos de venirse abajo, el cuadro madrileño salió dispuesto a recuperar la fluidez y frescura que le permitieron encadenar tantos minutos de buen baloncesto en el acto inicial. Con Paul Davis fuera de juego por lesión, Begic encendía motores y Suárez recobraba confianza para marcar las primeras diferencias (51-44). Era el anticipo a otro bombardeo para terminar de pintar el encuentro de blanco.


Un pase, dos, tres. La estrategia del Banca Cívica parecía papel mojado, los brazos que el viernes tanto neutralizaban la línea de pase del Unicaja quedaban impotentes ante la formidable circulación de balón del equipo de la capital. El balón, acariciado, iba de una mano en otra hasta que un jugador se encontraba solo, miraba a canasta y tiraba. Y todo entraba. La perfección del tres, que decían los del medievo.







Mirotic, imperial, aceptó el pulso que lanzó Erazem Lorbek dos horas antes y se propuso, con tres triples casi seguidos, dinamitar el choque y ligar su nombre al de la historia de esta edición copera de Barcelona. Lo consiguió, siempre con la ayuda de un excelente Singler y de un Begic que aparte de intimidar en su zona, generaba ventajas y puntos en ataque. La cuarta canasta de tres puntos de Nikola cerraba el 13-0 de parcial (27-6 desde que el Banca Cívica se puso por delante) y el golpe de estado al encuentro: 67-47 (m.26). 


Aún dio tiempo a otro acierto lejano de Suárez -12/16 T3 para los suyos en este momento- y a que el conjunto blanco obtuviese una máxima de 23 (72-49, m.29). Sin embargo, ni el tercer mejor cuarto ofensivo de la historia de la Copa –vaya respuesta al récord del Banca Cívica en el 2º- sirvió para firmar la sentencia de muerte hispalense. Un 0-6 final y el orgullo del caído evitó que se diese la mayor: 76-60.


Un verdugo para tumbar un espíritu


¿Pero cómo lo iban a conseguir otra vez? ¿Pero cómo era posible convertir en emoción lo que minutos antes era paseo incontestable? El Banca Cívica lo volvió a hacer. Alcoyano alguna vez fue un pueblo de Sevilla. Y el espíritu del 99, aquel año en el que el antiguo Caja San Fernando alcanzó la final, impulsaba los latidos de una escuadra que, a pesar de todo, seguía con vida.


Jasen, desde Argentina, metía a su equipo en el partido y un minuto después Satoransky, con otro triple, culminaba un 4-19 de parcial desde la máxima diferencia blanca y lograba lo imposible: un final con emoción (76-68, m.33).






En ese momento, Mirotic apagó la ilusión andaluza con un nuevo enceste de tres puntos que establecía un nuevo récord en la historia copera y parecía la puntilla (79-68, m.33). Que no, que no, que este Banca Cívica no se rinde ni en un pelotón de fusilamiento. Con Urtasun y Triguero poniéndole corazón, el choque entró en una fase de intercambio de canastas que favorecía al conjunto de Plaza, capaz de minar poco a poco su desventaja (83-76, m.37).


Sin embargo, otra vez él, nuevamente el hijo del monte Gorica, apareció para romper la semifinal del todo de la única forma que un partido así admitía… con su sexto triple (86-76). Nikola Mirotic nunca le invitarán a la Feria de Abril, ni sacará pasos en la Semana Santa. Ni siquiera el Guadalquivir le sonreirá a un verdugo que siempre se crece ante el equipo sevillano, que siguió remando sin aceptar su destino hasta el 92-84 final.


El Real Madrid, soberbio en ataque, y con el debe de la defensa y de saber cerrar antes partidos que están en su mano, pasa por la puerta grande a la final, donde luchará contra el vigente campeón y contra su propio complejo. De tres en tres y a la tercera final consecutiva. ¿Será verdad el refrán? ¿Será la definitiva?